Desde Revilla me acerco a este fantástico mirador sobre el valle de Escuaín, ubicado en un promontorio rocoso encima del circo de Gurrundué. El día no acompaña para la fotografía, hay nubes altas y algo de neblina que, aunque no amenaza lluvia, velan las imágenes y crean unos contrastes exagerados.
En las cercanías del refugio había, hace tiempo, unos cuantos ‘esqueletos’ de árboles, grandes troncos secos de pino negro, magníficos ejemplares. En la actualidad, llama la atención del buen observador que los viejos ejemplares, grandes pero muy ramificados desde abajo, lo que les proporciona un buen espacio vital, se ven rodeados ahora de una selva de pinos jóvenes, posible replantación por la gran densidad que tienen. Los jóvenes, al estar demasiado juntos unos con otros, les condiciona una fuerte competencia por la luz, crecen decididos en vertical; contrastando con los viejos ejemplares, cuyo desarrollo fue más horizontal al tener, posiblemente, menos competencia y más tranquilidad. En el cauce bajo del Yaga, la garganta de Mirabal, hay algún que otro enorme tronco empotrado en los estrechos y recubierto de calcificación, quizás venga de aquí arriba, a saber.
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