Pierre Minvielle, espeleólogo francés y, creo, presidente en su día de la Federación Francesa de Espeleología, dice que experimentó una atracción casi mística por la Sierra de Guara, y a ella se dedicó intensamente siempre que pudo desde que, siendo un chaval, su padre lo llevó a Rodellar en 1950. Le pareció entonces el pequeño pueblo el fin del mundo. Exploró los grandes cañones, entonces casi desconocidos y ahora excesivamente frecuentados por las multitudes barranquistas.
Remontar el barranco de Mascún le causó una gran impresión. En aquel tiempo, la mayoría de los pueblos de la sierra aún tendrían habitantes, aún no habría empezado la despoblación. Y no se habían construido las pistas que ahora serpentean por la montaña. Para Minvielle, Guara era una sierra única en Europa por varios motivos, y se sorprendía, hace años, de que no hubiera sido declarada parque nacional. Ahora, por lo menos, es parque natural, algo es algo.
Escribió un libro dedicado en el cual habla de casi todo lo concerniente a la sierra menos de cuevas, siendo un apasionado explorador subterráneo. Habla del paisaje, de la geología, de la historia, de la arqueología, de las gentes... y de la cultura, una civilización, según él, que sobrevive fuera del tiempo en Europa, y se dedicó a tomar nota de ella puesto que sabía que estaba condenada a desaparecer con rapidez.
Inicio mi paseo en Las Bellostas desde donde bajo a cruzar el río Isuala por el GR. A Las Bellostas ahora se llega por pista asfaltada, tanto por un lado como por el otro. Hasta hace relativamente poco el acceso era mejor hacerlo con todoterreno.
Cruzo el río teniendo que meter los pies en el agua, suerte de las botas, y subo hacia Bagüeste, pasando antes por la ermita de San Miguel. El viejo pueblo, cada vez en peor estado, tiene grandes perspectivas sobre las cimas pirenaicas. El GR cruza por en medio de las casas, cosa poco recomendable en caso de viento o lluvia; algunas paredes amenazan con soltar una piedra con facilidad, incluso, acabar de caer en cualquier momento. De vuelta prefiero bordear las edificaciones por fuera, por las antiguas eras, no motiva volver a cruzar las ruinas.
Un poco más allá, en un lugar bastante fotogénico y dominando el pueblo, la iglesia. Hoy, el tiempo, un día gris y nublado, tampoco acompaña para hacer fotografías. El campanario debe ser una fantástico mirador, pero intentar subir se presenta como bastante arriesgado, todo está en muy mal estado.
Dejo atrás el despoblado y sigo hacia Sta Marina. A medida que subo, la panorámica va en aumento. El itinerario más practicable es la pista, los antiguos caminos casi han desaparecido por la vegetación, y arriba hay una selva de erizones. Me acerco primero a la Peña Blanca, y aquí naufrago en los erizones; suerte que llevo botas y pantalones largos. Ya diviso la ermita en la loma próxima. Aquí doy por finalizado el paseo, me como el bocata en este fantástico entorno y me doy media vuelta; he perdido bastante tiempo haciendo fotos en el pueblo y mirando fósiles, en alguna zona hay una verdadera alfombra de nummulites, aquí llamados 'dineretes'. Me queda pendiente la faja colgada en el barranco por debajo del promontorio de la ermita, donde hay algunos agujeros, las cuevas de Bagüeste, pero las dejo para otra ocasión, el día es corto y prefiero volver con luz solar.
Historias vividas en esas casas, si pudiesen contarlas
ResponderEliminarQué buena pinta tiene y qué bien escribes, pájaro 👌
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