lunes, 4 de julio de 2022

De un horizonte incierto

De bajada de las alturas, después de visitar una cavidad helada en rápido proceso de deshielo, voy pensando en los cambios que en los últimos años he visto en los aficionados al mundo subterráneo. No puedo dejar de dar mi opinión sobre el panorama actual que hay en la espeleología, es algo que ha ido surgiendo desde hace algún tiempo, pero que cada vez es más evidente. Lo veo desde mi punto de vista muy personal, obvio, después de bastantes años de recorrido en el tema y desde la perspectiva de haber vivido una evolución innegable. Seré breve aunque es un tema que da para mucho.

Siempre se ha considerado la espeleología como una actividad diferente al resto de deportes practicados en el medio natural, o en la montaña. Nunca ha sido muy popular, pero cada vez lo es menos. Comporta un conocimiento específico del entorno y se relaciona con determinadas disciplinas científicas: geología, biología, arqueología, topografía, etc. La exploración es su esencia y principal motivación. Esto ya lo sabemos.

La espeleología como tal se inició a finales del siglo XIX, y fue a partir de los años 70 y 80 que experimentó un gran desarrollo gracias a las innovaciones en el equipamiento y en las técnicas.

                     Capas de hielo fósil intercaladas con capas más delgadas de sedimentos y restos vegetales

El hielo de la parte inferior tiene más de 5.000 años. 

Los restos de una columna de hielo rota me permiten hacer esta curiosa fotografía del agua cristalizada

La generación que le dio ese impulso hace 40 o 50 años ha ido dejando paulatinamente la actividad, pocos quedan ya, y son mayores. Y parece que no hay casi relevo. Cada vez menos practicantes a pesar de la excesiva proliferación de las actividades de montaña. Muchos factores influyen. Los que nos acercábamos a la actividad hace tiempo éramos en general más jóvenes, y nos motivaba la exploración, el descubrimiento. Los que ahora empiezan lo hacen con más edad, y su principal motivación es más bien divertirse. La espeleología como tal es dura, exige buena forma física, y no se lleva bien con los usos sociales de moda. Aún queda mucho por explorar, pero lo más evidente o asequible ya está en buena medida descubierto. Requiere de un gran trabajo en equipo, de perseverancia, planificación y organización. Y en el momento actual la montaña se ha convertido en un objeto de consumo inmediato muy individualista. Buena parte de las personas que se acercan a los grupos de espeleología lo hacen más motivados por otros temas, como si de una actividad de aventura se tratase, como si los clubs fueran empresas de aventura low cost.

La reciente normativización de la formación también ha influido. Parece que se ha convertido en el objetivo fundamental de los nuevos practicantes. Tienen prisa por alzarse con la verdad antes de poseer el saber, gran característica o defecto de nuestros tiempos. Los títulos y las tan popularizadas empresas de aventura. Individualismo, consumo, inmediatez... solo falta la competitividad... La espeleología es otra cosa, poco tiene que ver con todo esto. Me da la sensación que se funde a la misma velocidad que desaparece el hielo de las fotografías.

En esta cavidad, cuando se descubrió, la nieve y el hielo casi llegaban a la boca del pozo.

En otro orden de cosas, en esta cavidad, el estudio de las capas superpuestas de hielo y sedimentos facilita información sobre el clima pasado. Los restos vegetales permiten conocer la flora y las variaciones del límite del bosque en función de la altitud. Hace más de 5.000 años los árboles ocupaban alturas superiores a las actuales. El problema es que el rápido aumento de la temperatura y la escasez de nevadas hace que el hielo desaparezca con rapidez, igual que en los glaciares pirenaicos. Las cuevas heladas en general se deshielan de forma acelerada, los que pudimos ver alguna aún en su esplendor somos unos privilegiados. Esto es objetivo.



No hay comentarios:

Publicar un comentario