Después del paréntesis de la pandemia, intentamos volver a una de nuestras actividades habituales, la fotografía espeleológica. Y dónde mejor que en esta privilegiada región occitana. Pero el tiempo va pasando y va dejando su huella, parece que en Francia, como en España, poco relevo generacional hay para la espeleología. Las modas sociales evolucionan muy rápidamente, y nosotros con ellas, las nuevas generaciones parece que ven más la espeleología como un deporte de eso que llaman aventura que como la actividad compleja de exploración y estudio de las cavidades que era hace pocos años. Digo esto porque algunos conservadores de las cavidades francesas se van retirando y parece que de momento no hay relevo; intentaremos aprovechar mientras se pueda porque en algunas ya es casi imposible poder entrar, por lo menos para nosotros, los no franceses.
En ésta no es el caso, aquí nos facilitan la llave de la puerta. Accedemos a la cavidad después de dar algunas vueltas y, gracias a las indicaciones de una persona que pasaba por allí cerca, al final entramos sin haber perdido demasiado tiempo. El recorrido no es sencillo, es más bien duro si vas cargado con un pesado petate con los aparatos de fotografía. Bajamos unos 250 m de desnivel por una sucesión de meandros activos, resaltes y algunas salas de bloques, y pensando en lo que tenemos que remontar no dedico demasiado tiempo a la fotografía.
Pool fingers, estalactitas creadas bajo el agua
Que preciosidad! Coincido en lo de que cuesta encontrar personal que sólo busquen la belleza y él placer de disfrutar de estar ahí, sin importar los metros descendidos, la dificultad o los metros explorados...o los horarios ...
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