El barranco tiene dos cosas memorables, la primera la aproximación, casi 900 m de desnivel cargados con el equipo; hay que subir hasta los Llanos de Lalarri -a ser posible por el GR, no vaya a ser que un guarda te vea paseando el petate de barrancos por el parque, es pecado mortal-, atravesar los susodichos llanos, y entonces empieza la subida maja con una pendiente muy potente.
La segunda, el segundo rápel de 50, o 55 según algunas reseñas. En esa cascada el agua cae con fuerza rebotando en las paredes y creando un efecto turbina muy divertido. Las corrientes de aire reparten las gotas en todas direcciones y en la base no hay un lugar que se libre de la ducha, permanecer un rato ahí implica que se te evaporen las calorías con rapidez.
Es un barranco de tipo alpino, con agua fría y cristalina, y que exige un considerable esfuerzo físico, tanto por la aproximación como por la longitud. Tiene algunos puntos delicados, por lo que hay que considerar siempre el caudal, suele llevar bastante agua.
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